It may surprise you to know this: but not every type of faith will save your soul. There is a dogmatic faith which gives a mental assent to the doctrines of the Scriptures; but intellectual acknowledgment is not enough. Satan knows the Bible to be true; but he hasn’t got any holier. There is a temporary faith, which has ‘no root’, it goes as soon as it comes (mentioned in the Parable of the Sower). There is a miraculous faith, with which one can cast out devils and heal the sick, as well as many other mighty works; but even Judas Iscariot, the son of perdition, possessed this faith, as did the magicians at Pharaoh’s court. So then, dogmatic, temporal and miraculous faiths do not constitute true saving faith.
How then can we know if we have a true justifying faith?
I.- Saving faith is Christ-captivated. Faith’s object is not a something; but a Someone. That Someone is Christ. Faith holds Jesus in the highest esteem: the glory of His person, the splendour of His works and the joy of His fellowship. The Saviour is more than precious to any saint. Beza once said that true faith not merely believes in Christ, but embraces Him. Faith is an affectionate affair that governs in our emotions, will and intellect. If you love Christ, and you are captivated by Him, your faith is of divine origin. You may fall; but even though your faith is weak, He is an Omnipotent Mediator! ‘Looking unto Jesus, the Author and Finisher of our faith’.
II.- Saving faith is passionately purifying. It is faith that purifies our hearts; not tears, not knowledge (Acts 15:9). Faith that justifies is also the faith that sanctifies. It sets ablaze the whole life of the disciple. Faith gives us an eternal perspective and takes our eyes of the temporal distractions of this world. Faith is pleased to renounce self to find refuge in the righteousness and purity of Jesus. Faithful Christians leave behind the cleansing fragrance of eternity. And that eternal vision affects their conduct here and now. A man who lives in the realm of eternity will reflect so with his lifestyle.
III.- Saving faith is obstinately obedient. We would do well to remember that true faith is an obedient to God’s will. Noah obeyed, Abraham obeyed, Moses obeyed, etc. The heroes of faith were men and women who obeyed God. If your faith does not obey God then your faith is a faith of devils. If God says ‘go!’ faith goes. If God says ‘preach!’ faith will preach. Faith is a soldier at the command of the Almighty. It says, ‘Not my will, but Yours; not my righteousness, but Christ’s; not my life, but His! For me to live is Christ; to die is gain!'
IV.- Saving faith is totally transforming. Faith will make us into the image of Christ. It not merely produces holiness; but it marks us with all of the beauties of Jesus’ person. The mark of the man or woman who gives spiritual fruit is the one of a spiritual faith. Faith will lead us to maturity in the things of God; we will trust God in tribulation and grow more Christ-like in every way. Every living thing grows; and so the life-giving force of faith will work in us strength, fervency, spirituality and a deeper love for God and our brethren. Christ said, ‘By their fruits you will know them’.
So does your faith measure up to this evangelical standard? Is your faith Christ-captivated, passionately purifying, obstinately obedient and totally transforming? This was the faith that the saints of old knew; and this is the faith that manifests the glory of God in our present age. This saving, justifying, sanctifying faith will be found in honour, glory and honour at the coming of the Lord Jesus. Is yours a saving faith?
viernes, 21 de mayo de 2010
Junio 2010: ¿Es la tuya una fe que salva?
Tal vez te sorprenda saber esto: pero no todo tipo de fe te salvará. Hay una fe dogmática, la cual es un consentimiento intelectual a las doctrinas de las Escrituras; pero el conocimiento mental no basta. Satanás sabe que la Biblia es la Palabra de Dios; pero sigue siendo el diablo. Hay una fe temporal, la cual “no tiene raíz en sí”, se va tan pronto como viene (este tipo de fe se menciona en la Parábola del sembrador). Hay una fe milagrosa, con la cual uno puede echar fuera demonios y sanar a los enfermos, además de hacer muchas otras maravillas; sin embargo, el hijo de perdición, Judas Iscariote, poseyó esta fe, y los magos del corte de Faraón. Así que, las fes dogmáticas, temporales y milagrosas no constituyen una verdadera fe que salve.
Entonces, ¿cómo podemos saber si tenemos una verdadera fe que justifica?
I.- La fe que salva está cautivada por Cristo. El objeto de la fe no es un ‘algo’ sino un ‘Alguien’. Aquel ‘Alguien’ es Cristo. La fe tiene a Cristo en alta estima: la gloria de Su persona, el esplendor de Sus obras, el gozo de Su comunión. El Salvador es más precioso para los santos. En una ocasión Beza comentó que la verdadera fe no solamente cree a Cristo, sino que le abraza. Le ama profundamente. La fe es un asunto afectivo que gobierna sobre nuestras emociones, voluntad e intelecto. Si tú amas a Cristo, y estás cautivado por Él, tu fe es de origen divino. Tal vez caigas en el camino; pero aunque tu fe sea débil, Él es un Mediador Omnipotente. ‘Mirando a Cristo, el Autor y Consumador de nuestra fe’.
II.- La fe que salva nos purifica apasionadamente. La fe nos purifica; no nuestras lágrimas ni nuestro conocimiento (Hechos 15:9). La fe que justifica es la fe que santifica. Enciende toda la vida del discípulo. La fe nos concede una perspectiva eterna y quita nuestra mirada de las distracciones temporales de este mundo. La fe se alegra en negarse a sí misma y encontrar refugio en la justicia y pureza de Cristo. Los creyentes fieles tienen el buen olor y la dulce fragancia de la eternidad. Y aquella visión eterna tiene implicaciones en el presente. Una persona refleja con su estilo de vida si vive a la luz de la eternidad o no.
III.- La fe que salva es obstinantemente obediente. Haríamos bien en recordar que la verdadera fe está sujeta a la voluntad de Dios. Noé obedeció, Abraham obedeció, Moisés obedeció, etc. Los héroes de nuestra fe eran hombres y mujeres que se atrevieron a obedecer a Dios. Si tu fe no obedece a Dios, tu fe es una fe de demonios. Si Dios dice, “¡Ve!”, la fe va. Si Dios dice, “¡Predica!”, la fe predica. La fe es un soldado bajo mandato del Altísimo. La fe bíblica proclama, “No se haga mi voluntad, sino la Tuya. No mi justicia, sino la de Cristo. No mi vida, sino la Suya. Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”
IV.- La fe que salva transforma totalmente. La fe nos transforma a la imagen de Cristo. No meramente produce santidad en nosotros, sino que nos marca con todas las bellezas de la persona del Señor. El hombre o la mujer que da fruto espiritual es aquel que tiene una fe espiritual. La fe nos lleva a la madurez en Cristo; confiamos en Él en medio de cada tribulación y tormenta. Empezamos a ser más y más como Cristo. Por naturaleza, vemos que las cosas vivientes crecen; y una fe vital nos hace crecer en fortaleza, fervor, espiritualidad y un amor cada vez más profundo hacia Dios y nuestro prójimo. Cristo ha dicho, “Por sus frutos, los conoceréis”.
Así que, ¿tu fe alcanza este estándar evangélico? ¿Tu fe está cautivada por Cristo? ¿Te purifica apasionadamente? ¿Te hace obstinantemente obediente? ¿Te transforma totalmente? Esta fe la tenían los santos de antaño; y esta es la fe que da a conocer la gloria de Dios en nuestra generación actual. Esta fe salvadora, justificadora, santificadora será hallado en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. ¿Es la tuya una fe que salva?
Entonces, ¿cómo podemos saber si tenemos una verdadera fe que justifica?
I.- La fe que salva está cautivada por Cristo. El objeto de la fe no es un ‘algo’ sino un ‘Alguien’. Aquel ‘Alguien’ es Cristo. La fe tiene a Cristo en alta estima: la gloria de Su persona, el esplendor de Sus obras, el gozo de Su comunión. El Salvador es más precioso para los santos. En una ocasión Beza comentó que la verdadera fe no solamente cree a Cristo, sino que le abraza. Le ama profundamente. La fe es un asunto afectivo que gobierna sobre nuestras emociones, voluntad e intelecto. Si tú amas a Cristo, y estás cautivado por Él, tu fe es de origen divino. Tal vez caigas en el camino; pero aunque tu fe sea débil, Él es un Mediador Omnipotente. ‘Mirando a Cristo, el Autor y Consumador de nuestra fe’.
II.- La fe que salva nos purifica apasionadamente. La fe nos purifica; no nuestras lágrimas ni nuestro conocimiento (Hechos 15:9). La fe que justifica es la fe que santifica. Enciende toda la vida del discípulo. La fe nos concede una perspectiva eterna y quita nuestra mirada de las distracciones temporales de este mundo. La fe se alegra en negarse a sí misma y encontrar refugio en la justicia y pureza de Cristo. Los creyentes fieles tienen el buen olor y la dulce fragancia de la eternidad. Y aquella visión eterna tiene implicaciones en el presente. Una persona refleja con su estilo de vida si vive a la luz de la eternidad o no.
III.- La fe que salva es obstinantemente obediente. Haríamos bien en recordar que la verdadera fe está sujeta a la voluntad de Dios. Noé obedeció, Abraham obedeció, Moisés obedeció, etc. Los héroes de nuestra fe eran hombres y mujeres que se atrevieron a obedecer a Dios. Si tu fe no obedece a Dios, tu fe es una fe de demonios. Si Dios dice, “¡Ve!”, la fe va. Si Dios dice, “¡Predica!”, la fe predica. La fe es un soldado bajo mandato del Altísimo. La fe bíblica proclama, “No se haga mi voluntad, sino la Tuya. No mi justicia, sino la de Cristo. No mi vida, sino la Suya. Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”
IV.- La fe que salva transforma totalmente. La fe nos transforma a la imagen de Cristo. No meramente produce santidad en nosotros, sino que nos marca con todas las bellezas de la persona del Señor. El hombre o la mujer que da fruto espiritual es aquel que tiene una fe espiritual. La fe nos lleva a la madurez en Cristo; confiamos en Él en medio de cada tribulación y tormenta. Empezamos a ser más y más como Cristo. Por naturaleza, vemos que las cosas vivientes crecen; y una fe vital nos hace crecer en fortaleza, fervor, espiritualidad y un amor cada vez más profundo hacia Dios y nuestro prójimo. Cristo ha dicho, “Por sus frutos, los conoceréis”.
Así que, ¿tu fe alcanza este estándar evangélico? ¿Tu fe está cautivada por Cristo? ¿Te purifica apasionadamente? ¿Te hace obstinantemente obediente? ¿Te transforma totalmente? Esta fe la tenían los santos de antaño; y esta es la fe que da a conocer la gloria de Dios en nuestra generación actual. Esta fe salvadora, justificadora, santificadora será hallado en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. ¿Es la tuya una fe que salva?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)