jueves, 24 de junio de 2010

Julio 2010: Los cristianos rechazamos el pos-modernismo (un sumario breve pero importante)

En estas últimas semanas varios hermanos me han escrito pidiendo consejos acerca del pos-modernismo (y su creación, la Iglesia Emergente), preguntando cómo podemos enfrentarlo como cristianos. Aunque sea notoriamente difícil de definir, hay ciertos principios clave que subyacen el movimiento y, preocupadamente, éstos se están haciendo cada vez más prominentes en nuestras iglesias evangélicas. En este artículo, hablaremos brevemente de tres de estos principios e iremos contestando cada uno de ellos bíblicamente, a saber, 1) el relativismo de la verdad; 2) el relativismo moral y 3) el hedonismo.

I.- El relativismo de la verdad

Nuestro problema fundamental con el pos-modernismo es el asunto de la verdad. El relativismo de la verdad asevera que todas las ideas de la verdad son relativas a las personas y a los grupos que las profesan, y por consiguiente, no hay tal cosa como la verdad absoluta. Por esta razón, el pos-modernismo detesta las declaraciones dogmáticas. Lo mismo sucedió con el católico liberal Erasmo quien reprendió a Lutero por hacer afirmaciones ortodoxas durante la Reforma Protestante.

Si quieres ser pos-moderno, olvídate por completo de todas tus creencias doctrinales, tales como ‘Toda la Escritura es inspirada por Dios’, ‘el infierno realmente existe’ y ‘Cristo es el único camino de la salvación’. ¿Por qué? ¡Porque todas son relativas! De hecho, a lo mejor te quedas sorprendido con esto, pero casi dos terceras partes de los evangélicos con menos de 35 años creen que Jesucristo no es el único camino de la salvación. Los budistas, los hindúes, los musulmanes, los místicos del Oriente, los animistas, los agnósticos e incluso los ateos podrán ir al cielo. ¿Adónde hemos llegado? ¡La salvación por Cristo solo fue una verdad por la cual nuestros antepasados evangélicos estaban dispuestos a derramar su sangre!

No podemos hacer nada más que repetir las palabras de Pedro quien predicó a la generación del primer siglo que adoraba a mil dioses greco-romanos, “Porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombre en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Hoy día, si predicas de esta forma te llamarán intolerante, fundamentalista y radical, pero hermanos, seamos claro en esto, que la salvación está única y exclusivamente en el Señor Jesucristo- ¡fuera de Él no hay quien salve! ¿Puedes decir ‘amén’? La verdad es personal, absoluta, universal e inmutable porque Jesucristo es la Verdad (Juan 14:6) y por tanto, Sus palabras son nuestra autoridad. ¡Al infierno con cualquier otra voz!

II.- El relativismo moral

En palabras del precursor principal del pos-modernismo, Federico Nietzsche, el relativismo moral significa que no hay bien ni mal. Escribió, “Han sido los hombres y nadie más que los hombres, los que han determinado qué es lo bueno y qué es lo malo”. En otras palabras, puedes vivir cómo te dé la gana. No hay restricción alguna. En el verano de 2008 leí un artículo escrito por una líder de jóvenes, y ella dijo que enseñaba a los jóvenes de su iglesia a acostarse los unos con los otros hasta que encontraran a una pareja sexualmente compatible. ¿No nos damos cuenta de que la única cosa compatible con el sexo antes (o fuera) del matrimonio es el lago de fuego y azufre?

La ética ya no se basa en las convicciones bíblicas sino en las estadísticas; la cuestión ya no es, “¿Qué dice el Señor?” sino “¿Qué quiere la gente?” Allí está la cumbre de la apostasía. Si la verdad es relativa entonces la moral lo es también. Como bien dijo Les Thompson, “¡Es peor que la plaga del SIDA!” De allí el odio pos-moderno hacia los santos voceros de Dios. El nuevo evangelio predica que ‘nada es malo’. ¡Qué las mujeres vengan al culto medio-vestidas! ¡Qué los matrimonios del mismo sexo abunden! ¡Qué los adúlteros prediquen en el púlpito! ¡Aborta tus niños antes de que nazcan! ¡Matate a ti mismo si así lo deseas! Haz como quieras; porque, ¡todo es relativo!

El relativismo-moral abomina la palabra “pecado”. Pero las palabras ásperas de pecado, iniquidad y transgresión se hallan registradas más de 1.000 veces en las Sagradas Escrituras. El falso profeta jamás se atreve a hablar del pecado. Vive un Dios justo a quien tenemos que dar cuenta.

III.- El hedonismo

El hedonismo es el corolario directo del relativismo moral. Estima que la búsqueda del placer y de la felicidad es el fin de la vida. Pero el fin del hombre es vivir para la gloria de Dios. Como destacó Paris Reidhead en una ocasión, el humanismo hace un hombre feliz este lado de la eternidad, mientras que el cristianismo le hace feliz al otro lado de la eternidad. Vivimos en una sociedad saturada de sexo. El sexo vende. El sexo está por todos lados. Hay chicas que venden su virginidad en Internet y la pornografía ha llegado a ser una industria de multi-billones de dólares. ¿Sodoma era así de malo? ¿Gomorra se pervirtió más que eso? Hasta los paganos tenían un estándar moral más alto que el nuestro.

El lema de esta época es: “nada de sacrifico, nada de esfuerzo; solo queremos placer: placer sin límites.” El pos-modernismo quema todos los frenos del Evangelicalismo; no cree en los límites. Te dice que hagas lo que más te satisface: orgías, sexo, drogas, alcohol o entregarte a las fantasías más exóticas. Allí está el fruto del hijo del diablo. El verdadero siervo de Dios se mantiene en santidad porque el Señor es santo (1 Pedro 1:16). En nuestra generación, todo es egocéntrico; incluso la adoración de la iglesia va dirigida hacia las necesidades de las masas y no para glorificar al Señor. Dios se ha convertido en un Dios manejable que podemos utilizar cuando nos haga falta.

Conclusión: ¿cómo reaccionar?

En medio de una era de gran confusión y sincretismo, la voz de Elías pronto se oirá de nuevo. Dios volverá a levantar mensajeros fieles que condenarán este plato de lentajas que el pos-modernismo ha intentado vendernos. La necesidad más apremiante de esta hora es que la iglesia recupere la centralidad de las Escrituras y del púlpito en nuestra fe y adoración. La Reforma Protestante se fundó sobre la roca sólida que es la Palabra de Dios, pero hoy día, pasamos una hora y medio cantando y dando anuncios antes de dar paso al predicador. ¿Por qué sucede así?

La Palabra ha sido relegada a un lugar secundario en la iglesia evangélica y esto explica en gran parte el sinfín de herejías que se están difundiendo en nuestros ámbitos eclesiales. La gente está más interesada en experiencias emocionales, conciertos, eventos sociales y psicología; ¡es tiempo de volver a la Biblia! La Biblia nos da fortaleza y solidez, y proclama un “no” resonante en contra del relativismo de la verdad, el relativismo moral y el hedonismo. En una palabra, grita “no” en contra del pos-modernismo y declara que la verdad, la moral y el placer eterno se hallan en Uno llamado por el nombre de Rey de reyes y Señor de señores.

El pos-modernismo es un modo que ya desvanecerá, no es nada más que un espíritu prevaleciente en nuestra generación; pero el rey Jesús reinará por los siglos de los siglos (Judas 25).

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