viernes, 29 de enero de 2010

FEBRERO 2010: PASIÓN

¿Adónde se ha ido la pasión? ¿Cómo pudimos dejarla desaparecer? La pasión es aquel fuego que antes ardía en los huesos de los santos. El día de Pentecostés marcó la iglesia primitiva con una pasión cruda. Aquellos discípulos siguieron los pasos encendidos de Abraham, Moisés, Deborah, Elías y una multitud de otras llamas vivas del Señor. El Señor de los profetas ardía en Su ira. Cristo mismo fue consumido con celo por la gloria de Su Padre. Su Espíritu nos anhela celosamente. Nuestro Dios trino es completamente apasionado; Él es, “fuego consumidor” (Hebreos 12:29).

La Cristiandad perdió su fuego cuando se convirtió en un movimiento socio-político. El estoicismo nos dijo que la razón había de gobernar en los asuntos de fe y filosofía; las pasiones eran una señal de inmadurez. Muchos creyentes tenían miedo a ser llamados ‘extremistas’ y ‘fanáticos’; y por eso expulsaron la palabra ‘pasión’ de su vocabulario teológico. ¿Quién nos dio el derecho de quitar el fuego del Evangelio? ¿Alguien sabrá qué ha pasado con los hombres que ardían en el púlpito? ¿Dónde están? Destacó Leonard Ravenhill, “Tenemos una iglesia fría en un mundo frío porque los predicadores son fríos”. ¡La razón nos puede instruir; pero la pasión nos inspira!

Jesús, la piedra rechazada por los hombres, provocó odio e ira dondequiera que iba. Éste llamó a los religiosos ‘hijos del diablo’ y les dijo que morirían en sus pecados si no se arrepintiesen. Cristo nunca organizó campañas a favor del auto-estima y auto-superación del hombre. Cuando el apóstol Pablo llegó a una ciudad, querían cortar a aquel hombre de Dios en pedazos y tirarle a los perros. ¿Acaso piensas que Jesús y Pablo eran indiferentes tocante a los asuntos espirituales? ¡Mil veces, no! Ardían por el Evangelio del reino de Dios. ¡Eran la personificación de la pasión! Si Cristo y Pablo volviesen a la mayoría de las iglesias profesantes de nuestros días, serían apedreados hasta la muerte dentro de un cuarto de hora. ¿Cómo puede un santo sobrevivir en medio de tanta persecución y tormenta? ¡Por medio del poder del fuego del Espíritu Santo que arde dentro de él o ella!

Nos hemos acostumbrado a una vida cristiana tan suave, dulce, floja, que se parece a un bloque de mantequilla que se derrita ante la primera aparición de un problema. ¡El verdadero cristianismo es para soldados y guerreros que obtendrán la victoria o darán su vida en el combate! ¡La fe verdaderamente bíblica no sabe lo que es rendirse al enemigo! ¡Nunca se tira la toalla!

La pasión es lo que pone agresión en un santo. La pasión es lo que nos hace valientes en la batalla. ¡Si el perro del infierno te muerde, entonces muérdele tú a aquel maldito perro! El pluralismo y relativismo, ambos hijos del posmodernismo, han llevado a nuestra generación contemporánea hacia una indiferencia total en cuanto a todas las esferas de la vida, incluyendo la religiosa. ¡Nuestra época necesita fuego más que nunca antes! Pero, ¿quién va a arder por la gloria del Evangelio? ¿Quién será apasionado? ¿Quién no se avergonzará de ponerse de pie con la boca abierta y el corazón encendido proclamando, “así ha dicho el Señor” a toda la perversidad y depravación que le rodea?

Si Dios es fuego; entonces Sus siervos han de ser como fuego. Dios te llama a arder, a encender, a provocar, a ser apasionado una vez más por la gloria del Dios viviente. ¡Arde, soldado del Altísimo; y muchas se acercarán para sentir el calor de tu fuego! ¡Enciende aquella pasión que está dormida en ti!

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